Presentación
Históricamente el noroeste de Argentina (NOA) ha sido una de las áreas más intensamente investigadas desde el punto de vista de la Arqueología, contando con trabajos científicos en este campo desde fines del siglo XIX (Ambrosetti, 1897; Outes, 1907). A más de un siglo de estos trabajos pioneros, aún hay áreas arqueológicamente inexploradas lo cual genera una visión aún incompleta del pasado prehispánico del NOA. Este es el caso de la zona de El Infiernillo en la provincia de Tucumán, y en particular de la Quebrada de Los Corrales, la cual ha brindado un gran corpus de información sobre las sociedades prehispánicas que habitaron durante milenios este singular espacio geográfico ubicado a más de 3.000 m sobre el nivel del mar. La historia de las ocupaciones humanas en la Quebrada de Los Corrales nos muestra una extensa secuencia de casi 7.000 años, y que desde una visión integral pone en perspectiva el corto período que representan los últimos 500 años desde la llegada de los europeos a América.
Los estudios zooarqueológicos denotan que la caza de animales silvestres fue la principal actividad de subsistencia desde que los primeros grupos humanos llegaron a esta área hace 8.000 años. Si bien no hallamos evidencias de las viviendas usadas por estos antiguos cazadores, lo más probable es que hayan sido construidas con materiales perecederos como maderas y cueros. Restos de antiguos fogones asociados a huesos de guanacos permiten afirmar que los mismos fueron consumidos aquí y cazados en áreas próximas, para lo cual usaron dos tipos de armas con puntas de piedra: la lanza arrojadiza y el propulsor de gancho o atlatl. Las puntas de piedra y otros artefactos fueron tallados para poder realizar distintas tareas, como cortar carne, cueros y maderas. Si bien emplearon mayormente rocas disponibles localmente (andesita y cuarzo), también usaron la obsidiana, un tipo de vidrio natural de origen volcánico que procede de las tierras altas de la Puna situadas a más de 200 km de distancia hacia el oeste. Esto indica claramente que desde hace unos 8.000 años ya hubo interacciones entre gente de los Valles y la Puna, como parte de antiguas redes sociales que sabemos perduraron durante miles de años.
Hace unos 4.000 años atrás comenzó en el NOA un complejo proceso de transición socio-económica vinculado al inicio de prácticas de producción de alimentos en relación a la aparición de especies vegetales y animales domesticados. En este sentido, hemos recuperado en la Quebrada de Los Corrales restos arqueobotánicos de quínoa y maíz que datan de unos 3.500 años de antigüedad, aunque su explotación se hizo mucho más intensiva mucho tiempo después durante el inicio de la Era Cristiana (hace unos 2.000 años). Cabe destacar que este antiguo manejo y eventual producción de estos granos ocurrió en el seno de grupos que aún vivían dentro de un esquema nómade cazador-recolector, unos 1.500 años antes de la aparición de las primeras aldeas en el NOA.
Este proceso de transición ocurrió en el NOA y en toda el área andina más o menos al mismo tiempo, y se relaciona con los inicios del sedentarismo en conjunto con el pastoreo de llamas y prácticas de producción agrícola. Esto significó un giro importante en el estilo de vida de todas las sociedades, cambiando radicalmente su relación con el medioambiente. En la Quebrada de Los Corrales, sobre todo la agricultura en terrazas de cultivo, impulsó a habitar la quebrada de manera cada vez más permanente, lo cual se consolidó hace unos 2.000 años atrás (o inicios de la Era Cristiana) con el surgimiento de una extensa aldea compuesta por unas 80 viviendas construidas con fuertes muros de piedra.
Esta aldea denominada “Puesto Viejo” presenta un patrón de asentamiento de tipo agrupado conformado por numerosas casas asignadas al “patrón Tafí”, las cuales están compuestas por pequeñas habitaciones circulares (2 a 6 m de diámetro) dispuestas alrededor de un núcleo o patio central de 10 a 15 m de diámetro. Este mismo diseño arquitectónico se encuentra distribuido en toda esta zona abarcando el valle de Tafí, La Ciénega e incluso los altos de Anfama, y se considera que representa a grupos que probablemente compartían una misma identidad cultural.
Muy próximo al sector donde se ubica la aldea se registraron numerosos corrales y andenes de cultivo en laderas de los cerros que cubren un área aproximada de 500 hectáreas. Tenemos pruebas que confirman que estos andenes fueron construidos y trabajados durante el lapso de ocupación de la aldea Puesto Viejo, probablemente para el cultivo de maíz y quínoa, debido a que hemos recuperado restos de estas especies en diversos sitios dentro de la quebrada.
Las excavaciones realizadas en las viviendas de la aldea confirman el carácter doméstico de las unidades habitacionales. En las mismas se habrían llevado a cabo diversas actividades cotidianas relacionadas con la preparación y consumo de recursos alimenticios animales como llama, quirquincho y cérvidos, y también vegetales como maíz, quínoa, tubérculos, algarrobo y chañar.
Esta extensa aldea estuvo habitada continuamente durante unos 300 años durante la primera parte del primer milenio de la Era Cristiana, y fue abandonada de manera abrupta alrededor del 600 d.C. La hipótesis más probable que explicaría este abandono se relaciona con la ocurrencia de un evento volcánico de gran magnitud en el área de la Puna sur (Catamarca), dado que identificamos estratos de ceniza volcánica en el interior de los recintos centrales de las mencionadas viviendas “patrón Tafí”, justo hacia el final de las ocupaciones. La caída de cenizas habría ocasionado un gran daño ambiental en la Quebrada de Los Corrales, la cual inutilizó el agua de los ríos y las tierras en general, impidiendo las actividades productivas básicas y la vida cotidiana de sus habitantes.
Después del abandono de la aldea Puesto Viejo hay un notable vacío de información en toda la quebrada, y sólo detectamos algunas ocupaciones esporádicas hacia fines del primer milenio e inicios del segundo alrededor del 1.300 d.C. marcando el fin de las ocupaciones prehispánicas en la Quebrada de Los Corrales. Posteriormente, hacia 1.480 d.C. el NOA sería incorporado al Imperio Incaico, dominando un vasto territorio desde su centro en el Cuzco (Perú). Algunas evidencias de la presencia incaica en esta zona fueron detectadas en el valle de Tafí, pero no en nuestra área de estudio.
A modo de secuencia cultural, cabe reseñar la posterior llegada de los primeros grupos españoles a lo que hoy es la provincia de Tucumán, alrededor del año 1.543 d.C. Es evidente que el panorama socio-cultural de los pueblos originarios con que se encontraron los conquistadores europeos al momento de su arribo a estas tierras, es sólo el final de un proceso de desarrollo cultural de varios miles de años. También está claro el brusco quiebre que se produjo en este devenir histórico a partir de la llegada de los europeos, quienes produjeron enormes cambios socio-culturales a una escala continental sin precedentes en toda América.
Debemos resaltar que la Quebrada de Los Corrales como un espacio natural de altura del oeste tucumano, fue testigo de un largo proceso histórico de más de 7.000 años, el cual es congruente y recapitula la secuencia cultural prehispánica del NOA en general. Nuestras investigaciones iniciadas en 2005 pudieron tener continuidad gracias al financiamiento de organismos nacionales como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y la Secretaría de Ciencia, Arte e Innovación Tecnológica (SCAIT) de la UNT, e internacionales como National Geographic Society.
Todo este conocimiento científico y el patrimonio cultural asociado sobre el pasado prehispánico de esta área fueron “rescatados” y traídos al presente por la Arqueología. Consideramos que el mismo debe ser resguardado, preservado y difundido a la sociedad actual y futura con el fin de lograr una toma de conciencia acerca del valor testimonial y no-renovable de los sitios arqueológicos como prueba misma de la existencia de antiguas poblaciones ancestrales. Destacamos que todos nuestros trabajos arqueológicos se hicieron -y se siguen haciendo- en estrecha vinculación y colaboración con la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle.